sábado, 20 de febrero de 2010

De cómo una noche de fiesta puede acabar en dos polvos y un 69.

Hoy os voy a contar una historia reciente, la historia de Marc. Le conocí en una de las discotecas en las que he trabajado como imagen. Una de mis compañeras tuvo ciertos encuentros con él en el cuarto de contadores que había al lado de los camerinos (¡ay, si las paredes del cuarto de contadores hablaran!). Yo me llevaba muy bien con ella y aunque ellos no tenían nada más allá del cuarto de contadores, nunca me fijé en él porque siempre le vi como el chico que se tiraba mi amiga (más que una amiga era una compañera, pero hablabamos mucho).

Después de que la discoteca acabase cerrando, me lo seguí encontrando en otros locales. Yo le saludaba con dos besos o de lejos, y punto. Un día, con esto de las redes sociales, comentó en una de mis fotos de Facebook. Así empezó un sutil coqueteo que no iba más allá de los mensajes del Facebook y las sonrisas cuando nos encontrabamos. Una de tantas noches me lo encontré y me invitó a una copa. Se quedó toda la noche cerca de donde mis amigas y yo estábamos bailando, y para ser sincera, esa noche yo iba muy poco discreta. Se me acercó el típico borracho pesado y no le hice ni caso, y al irse el borracho, se acercó y me dijo "si es que no se puede resistir uno". En ese rol que tanto me gusta de hacerme la tonta, le dije "¿resistirse a qué?" a lo que evidentemente contestó "a tus encantos". Unas risas y cada uno de vuelta con sus amigos.
La noche fue larga, pues ambos nos quedamos hasta el cierre. A esas horas ya no hay casi gente en las discotecas, así que se acortaron aún más las distancias. "Oye, ¿cómo volvéis a casa?" me preguntó. "Mi amiga vive aquí al lado, vamos andando y me quedo allí a dormir". Entonces me invitó a llevarme a casa en su coche. Después de dejar a sus dos amigos en casa, vino la invitación a su casa, como era de esperar. Continuando con obviedades, yo acepté. Su casa era enorme, muy bien decorada y muy moderna. La había decorado su madre, la casa era de sus padres pero ellos preferían vivir en un pueblo y que él se quedara allí. Así que allí estabamos, cada uno en un sofá, fumando y hablando de nada. Viendo que allí no pasaba nada, fingí sueño y le dije que yo me dormía, pero supo reaccionar y me cogió en brazos y me llevó a la habitación.

Empezamos a liarnos y se puso encima mío. Yo sinceramente no entiendo el petting, el hecho de que alguien se esté refregando por encima mío sin estar haciendo nada, más que excitarme me resulta una situación cómica, y no me da la risa de milagro. Tras un rato así, le desabroché los pantalones y empecé con el sexo oral. Pronto empezó él con lo mismo, y así comenzamos con lo que se llama un 69 brutal. Me encanta el 69, porque cuanto mejor se lo haces tú a la otra persona, más se excita esta y mejor te lo hace a tí, así que resulta siempre más que satisfactorio. Cuando ya le quedaba poco para correrse, me puse a cuatro patas y acabamos lo que habíamos empezado, follando. Después él se fue al baño, y para mi sorpresa, al volver seguimos liándonos. De nuevo la cosa empezó a subir de tono, y me empezó a masturbar. No sé que hora sería, pero después de una noche de fiesta, ya debían pasar de las 10 de la mañana y yo ya estaba cansadísima. Esto no fue razón para que no me pusiera muy caliente y en cuestión de minutos, estuvieramos follando otra vez. El segundo polvo duró mucho más que el anterior (entre otras cosas porque el primero fue más bien para terminar el 69 que por el propio polvo en sí), pero él estuvo todo el tiempo encima que es como a mí me gusta. Después de ese, volvió de nuevo al baño y al regresar, me invitó a quedarme a dormir. Desgraciadamente, yo tenía comida familiar, así que me llevó a mi casa y desde entonces, que hace dos semanas, seguimos con el coqueteo sutil por Facebook.

1 comentario:

  1. wow a una noche le sigue una tarde obligatoria de descanso y la familia pocas veces lo otorga.. que bien que lo disfrutaste..!!

    saludos..!!

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