sábado, 8 de mayo de 2010

Jueves universitario.

¡No! ¡No me matéis! Ya sé que llevo mucho tiempo sin actualizar el blog, pero tenéis que entender que tengo 19 añitos, y me toca estudiar de vez en cuando. Afortunadamente, siempre me queda tiempo para ir de fiesta. El jueves me fui a una conocida discoteca de por aquí y, precisamente este jueves, se preveía que iba a ir mucha gente. Si va mucha gente, pues oye, una quiere ir más guapa que nunca, y así intenté hacerlo. Me fui con tres amigas y allá que llegamos las tres en el descapotable, que hacía un frío que pelaba, pero había que lucir al cochecito y a las pasajeras. La gente estaba haciendo "botellón" en una esplanada cercana, y tal como se esperaba estaba llenísimo aquello. Nosotras sacamos nuestro ron, nuestra Coca-Cola, y a beber se ha dicho. Con esto de que estamos estudiando mucho, teníamos la excusa para beber todo lo que quisieramos y al parecer, el resto de gente también. Así lo hicimos, y claro, cuatro chicas jovenes haciendo botellón en un descapotable siempre lo tienen muy fácil para que se les acerque gente. O mejor dicho, hombres.
Estuvimos hablando con muchos grupitos, pero nos quedamos definitivamente con el amigo de una amiga mía y los chicos con los que iba, a los que no conocíamos hasta entonces. ¿Sabéis el típico grupito de chicos rapados, de gimnasio, con tatuajes y rayos uva? Pues en contra de las estadísticas, estos no sólo eran así sino que además eran majísimos, nada sobrados. Uno de ellos se llamaba Raúl y aunque era bajito (aunque un poco más que yo), tenía unos ojazos de infarto. Un tatuaje en el brazo y ultra-bronceado. Y no puedo negarlo: estaba muy bueno, hablando rápido y claro. Nos pusimos a hablar en el parking y después entramos en la discoteca todos juntos. Una vez dentro, nos pusimos a bailar como locas para olvidarnos un poco del agobio que había en el local, que estaba más que lleno. Me había caído muy bien y también estaba muy bien, como os decía, así que me puse a bailar lo más sexy que se pueda bailar sin parecer una buscona. Pusieron la canción esa de "no sé si darte un beso o un hueso, perra" y el chico me señaló de broma. Entonces yo, también de broma le dije:
- Oye, que yo no soy una perra, no me vayas a dar un hueso!
- Ah ¿no? ¿Entonces te puedo dar un beso?
- Puedes intentarlo a ver qué pasa.
Me dio un beso e inmediatamente me dijo que si salíamos fuera. Qué lástima de dinero perdido en la entrada a aquella discoteca, estuve como unos 20 minutos allí dentro no más. Nos fuimos a unos banquitos un poco escondidos, y allí empezamos a liarnos. Al cabo de un buen rato me guió la mano hacia sus pantalones, pero aunque estaban un poco escondidos los bancos, había gente por los alrededores, así que la aparté y le dije:
- Aquí no.
- ¿Y entonces donde? - preguntó él.
- Pues no sé, ¿tú tienes coche?
- Pues sí, pero no he venido con el coche.
- Bueno, entonces no va a poder ser hasta que os vayáis a casa, porque yo he venido en el de una amiga.
- Podemos irnos ya a casa si quieres.
- ¿Cómo? Yo paso de coger un taxi.
- No he venido en el coche, he venido en la moto.
- Pero, ¿has bebido?
- Qué va, cuando cojo la moto sólo bebo birras.
- Vale, pues vamos. Aunque... en mi casa hay gente, pero si no hacemos ruido no pasa nada.
- En la mía también, pero podemos ir a mi apartamento que está en ***** (un pueblo cercano a donde estabamos).
Qué sorpresa la mía cuando llegué y me vi una señora T-Max negra. Tengo que decir que me encanta esa moto, aunque sea un dato irrelevante. Llegamos a su apartamento y él se lo tomó con calma. Se sentó en el sofá, puso la tele y claro, a esas horas sólo hacían que esos ridículos call-TV que están tan de moda en la televisión. Nos reímos con las respuestas de la gente un rato y me dijo "bueno, ¿la apago no?". La apagó, me cogió en brazos y me llevó a la cama. Volvimos a empezar a liarnos, un buen rato. Todo poco a poco. De nuevo me guió la mano bajo sus pantalones y esta vez sí le correspondí. Le masturbé durante un rato y me levantó la falda. Primero metió un dedo, después otro... y después se dejó de historias y bajó la cabeza. Fue sentir su lengua unos segundos y estaba completamente mojada. Mientras su lengua jugaba con mi coño, mis manos jugaban con mi clítoris. Yo estaba apretando la mandíbula, intentando contener el placer. Cuando habiamos llegado al apartamento yo estaba helada de la moto, y cuando subió de nuevo me preguntó "¿ahora ya estás un poco más caliente no?".
Me puse encima suyo y comencé a moverme de arriba a abajo sin penetración. Ibamos haciendolo todo con calma, sin prisas. Me preguntó si tenía condones y saqué uno de mi cartera. Se puso encima mío y comenzó poco a poco, suave, lento. Paulatinamente fue acelerando hasta llegar a un punto en que cada golpe era más seguido del anterior. Yo estaba muy silenciosa, casi no gemía, pero sinceramente no era por falta de placer. Duró bastante, y sin cambiar de posición (mi favorita es el misionero), y de pronto paró un poco y me preguntó si me gustaba la leche. Yo en el momento no caí en la metáfora, y le dije "¿qué leche?". Qué estúpida estuve, jajaja. Él contestó "¿te importaría tragartelo?"... y yo soy una buena samaritana, ya lo sabéis. Después de eso, nos quedamos durmiendo unas horas y por la mañana, vuelta a casa en la T-Max.
Hoy hemos quedado y hemos ido a su apartamento, no para jugar precisamente al parchís. El domingo por la noche, hemos quedado a también. En teoría para ir a tomar algo. En teoría, porque por aquí no hay mucho ambiente los domingos...

viernes, 9 de abril de 2010

Saturday night.

Este sábado quería irme de fiesta, pero los planes se torcieron. La verdad es que no me apetecía quedarme en casa y me decidí a quedar con un chico al que había conocido en Tuenti. Yo tengo 18 años, como sabéis, y él tiene 24. Me agregó hace como dos meses y desde entonces sólo hablabamos por Messenger. Sí, creo que el comienzo de esta historia define muy bien el siglo XXI (o siglo 21.o Beta).
La mayoría de veces que hablabamos lo hacíamos pasada la medianoche, y ya se sabe que a esas horas, aburrido en tu casa despierto mientras la ciudad duerme, la mejor opción para mantener viva una conversación es subirla de tono. Mi estilo nunca ha sido ese, y lo curioso es que teníamos tema de conversación, pero una noche le envié una foto mía en la playa. Hizo un comentario sobre mis tetas, pero se disculpó inmediatamente con un "era coña, no te lo tomes a mal". A mí me entraron ganas de jugar con fuego y le envié una foto con un escotazo de muerte. No tengo fotos guarras, no es mi estilo. Pero sí que tengo fotos que no hace falta que sean "guarras" para saber qué efecto causan. Con la tontería, y a raíz de esto, cada vez que hablabamos acababamos con el sexo como tema de conversación. El pasado jueves acabamos hablando de lo que sí y lo que no nos gustaba en la cama del sexo opuesto. Entre risas, contamos cuál sería el polvo perfecto. Y sí, entre risas, pero ahí quedó.

Como os decía, el sábado acabé quedando con él. Estábamos hablando a eso de las 9 de la noche y me decidí a quedar con él para pasar la noche en su casa. Es una auténtica locura considerando que no lo conocía personalmente, pero bueno, teníamos algunos amigos en común. Cogí el autobús y vino a buscarme a la parada, ya que yo no sabía ir a su casa. Al principio estábamos casi callados. Llegamos a su casa y puso la película de "Bruno". Nada como unas risas para romper el hielo, debió pensar él. No hicimos ni caso de la película, porque efectivamente, rompió el hielo. A los 10 minutos de película estabamos de conversación como cualquier otra noche por Messenger, con la diferencia de que esta vez nos veíamos y nos escuchábamos. En un momento dado, decidimos quitar la película, ya que no estabamos haciéndole ningún caso. Entonces me dio un beso, y le correspondí.
Supongo que sería porque teníamos mucha confianza y a la vez eramos completos desconocidos, pero decidí no cortarme ni un pelo. Dos días antes habíamos estado diciendo qué nos gustaba y qué no, así que supongo que ese fue el gran motivo para desinhibirme. Cuando me cansé de los besos, comenzé a besarle lentamente por el cuello y dirgí su mano hacia mi sexo. Sus dedos empezaron a frotar mi clítoris intensamente, y quise corresponderle. Bajé desde su cuello hasta su polla, rozando con mi boca todo su torso, y me la metí en la boca. Siempre he sabido que lo que mejor hago en el terreno sexual son las felaciones. Hicimos de aquello una versión renovada del 69, él con sus manos y yo con mi boca. Al cabo de unos minutos, él estaba a punto de correrse, así que me dijo que parara para que no se corriera tan rápido. Continuamos liándonos, y él siguió masturbandome. No suelo gemir, jadear, gritar o similares durante el sexo, excepto en momentos inevitables, pero sé muy bien cuanto les pone a ellos. Y sabía muy bien cuánto le ponía a él, porque me lo había dicho. Empecé a gemir falsamente y de pronto mis gemidos se hicieron reales. Entre las cosas que nos habíamos contado, yo no le había dicho cómo masturbarme, pero él parecía ser un experto.
Una de las cosas que no me gusta cuando follo es ponerme a cuatro patas, es decir, hacerlo desde atrás. Sé que hay que sentirse segura de una misma, pero ¿qué queréis que os diga? No me gusta mi trasero. No sé por qué, de un momento a otro estaba a cuatro patas, y por primera vez, no me preocupaba en absoluto. Empezó a metermela, primero lentamente, y después a un ritmo no apto para cardíacos. Yo gemía, ya no fingía, y él jadeaba constantemente. Un vaivén de sensaciones se concentraban en una sola parte de mi anatomía. Cuando mi mente ya no alcanzaba a pensar, sino solamente a disfrutar, empecé a tocarme el clítoris a la vez que él me follaba. Es algo que nunca se me habría ocurrido hacer delante de otra persona.

En mitad de este cúmulo de sensaciones llegó mi gran sorpresa de la noche, me dijo: "me pones mucho, zorra". Nunca me ha gustado hablar durante el sexo, y nunca me habían dicho algo similar (excepto los típicos "como me pones" y demás). Siempre pensé que si me llamaran puta o algo similar me ofendería, y no fue así. Ese comentario se convirtió en un aliciente más de placer. Y no sé ni cómo, porque jamás me hubiese atrevido a hacerlo, le contesté "¿ah, sí? ¿soy una zorra? Dímelo otra vez". No hace falta que reproduzca el resto de la "conversación", si se puede llamar conversación, para que os hagáis una idea. Mientras tanto él seguía a un ritmo desenfrenado y yo sentí cómo un cosquilleo me envolvía de los pies a la cabeza. Era el mejor amigo de la mujer, mejor que los diamantes: el orgasmo. Cuando él estuvo a punto de correrse, la sacó. Se quitó el condón y condujo mi cabeza hasta su polla. Ni si quiera puedo decir que le hiciera otra felación, sencillamente en unos segundos se corrió en mi boca. Y por primera vez, no me resultó desagradable.
Me invitó a dormir allí, y accedí. Dormimos. Y a las 10 de la mañana, echamos otro "mañanero". No tan brutal, pero sí brutal. Seguramente merece un post a parte. Esta semana, hemos hablado por el Messenger con total normalidad, pero eso sí, ya no hemos hablado de sexo. Supongo que será porque la próxima vez que se nos ocurra hablar de sexo, lo mejor será que quedemos. ¡Y que vivan las redes sociales!

miércoles, 7 de abril de 2010

A qué edad perdisteis la virginidad.

Si alguien vislumbró el fin de este blog con mi anterior post pensando que me había echado novio, tranquilos, no es así. Sencillamente tengo muchas facetas, y quería ofreceros un poco de esa otra faceta.
Hoy toca presentaros los resultados de la encuesta que ha estado en el margen derecho de este blog durante 31 días exactos. Han participado 69 personas (justo algo que me encantan, los 69). Lo que más sorprende es conocer que el 18% de los lectores de este blog son vírgenes. Es curioso considerando que se trata de un blog de sexo. No obstante, aunque sea la respuesta más votada, si sumamos las restantes un 82% de los lectores de este blog no son vírgenes. De este 82%, un 38% perdió la virginidad cuando tenía entre 16 y 18 años. En este grupo, 9 personas perdieron la virginidad con 16 años, 10 personas con 17 años y otras 8 al cumplir la mayoría de edad.
La opción que menos personas han seleccionado ha sido la de los 15 años. Sólo un 5% de los participantes en la encuesta perdieron la virginidad con esta edad, y sin embargo un 8% de los participantes perdieron la virginidad con 14 años o menos aún. En mi caso, fueron 14, pues ya os conté el día en que me desvirgaron. O mejor dicho la noche.
Con la misma cifra, un 8%, están los que se lo tomaron con calma y perdieron la virginidad con 21 años o más tarde. Y por último, un 18% de los aquí encuestados perdieron la virginidad con 19 o 20 años, el 8% de ellos con 19, y el 10% restante con 20.
Ahora mi pregunta para abrir el debate y que contestéis cuantos más, mejor es: ¿qué recuerdos tenéis de cuando perdisteis la virginidad? Por último recordaros que se pueden publicar comentarios anónimos, que ni si quiera yo conoceré vuestra identidad (no sería justo, vosotros no conocéis la mía), puesto que veo que participa mucha más gente en las encuestas que en los comentarios del blog, lo cuál me hace pensar que es por la preferencia de anonimato.

Ya sólo me queda renovar la encuesta, y la nueva pregunta es: ¿qué opinas del sexo anal?

martes, 6 de abril de 2010

Hacer el amor.


Estar tumbada en una cama con alguien, con toda la ropa puesta, hablando en voz baja y con tu cara a diez milímetros de la suya, es algo que puede expresarse con palabras. Qué se siente en esos momentos, no, aunque todos podemos comprender qué se siente si nos ponemos en esa situación, ¿verdad? Tener a una persona haciendote cosquillitas en la espalda durante horas, agarrandote la cintura con su otro brazo y rodear su cuello con los tuyos, es algo que también se puede expresar con palabras. Incluso puedo expresar que estaba tumbada en una cama, vestida, hablando en voz baja, con mi cara diez milímetros de la suya mientras me hacía cosquillitas en la espalda, me agarraba la cintura y yo le rodeaba el cuello con los brazos durante horas, pero aunque cualquiera que lo haya vivido sepa qué se siente, amor es una palabra demasiado infravalorada como para poder expresar lo que se siente con meras palabras.
Después de horas y horas así, le das un beso. Y así uno detrás de otro, y acabáis sin ropa y follando. Pero el sexo con amor es distinto. Los besos en el cuello son más pausados, durante el propio sexo los besos cobran un significado mucho más lejano que el de besar a alguien mientras practicas sexo. Es lo que se llama hacer el amor, y no follar.
¿Pensáis así, o al fin y al cabo todo es hacer el amor y todo es follar?

domingo, 4 de abril de 2010

Lola.

(Timbre).
- ¿Qué?
- Hola, buenas noches. Venía a buscar a Lola, habíamos quedado para irnos de copas, dígala que estoy aquí si no le importa, ¿vale? Soy Óscar.
- ¡No va, no me gusta que salga por ahí de copas! Se va a quedar en casa haciendo sus cosas, mientras viva en casa va a cumplir mis normas, así que no va.
- Pero oiga, le aseguro que yo soy buena persona, que voy a cuidar muy bien de su Lola, prometo traerla a casa a su hora, ¿eh?
- ¡No va!
Gorda, con la tontería me ha cortao la historia. Tendré que ver que es lo que hago ahora... Cuando iba a casa sonó mi motorola y era Lola. Dijo
- ¡Hola! No hagas caso de mi madre que está loca. Esta noche me quedo en casa sola,
pásate por aquí en un par de horas y me sobas.
¡Mola! No sabía que fuera tan lanzada Lola. Me pasé por allí pasadas dos horas, estaba impaciente por verla a solas, llegué y dije:
- Hola.
- ¡Hooola!
Usé la técnica que siempre funciona: le propuse una partida a la consola pero Lola no tenía
tiempo para bromas y entró en trompa. ¡Toma! Cuando me di cuenta estábamos sin ropa, Lola
fue directa a cogerme la cola, parecía ser que estaba muy cachonda
y yo más bien…
- Lola, no te creas que lo que me haces no me mola, pero creo que has olvidado una cosa,
déjame que saque un condón de la bolsa y goza.
- No, aprovecha tonto que a mi no me importa. No pierdas el tiempo poniéndote goma, usar
plastiquito a mí me corta, así que goz
a.
- Pero Lola, imagino que lo que dices es broma, no la meto ahí sin goma ni de coña, venga tonta.
- ¿Qué tonta? Mira listo voy a decirte una cosa: no tengo ninguna mierda contagiosa. Parece que
piensas que soy una zorra. Bien, búscate a otra.
Fin de la historia, lo último que supe acerca de esa Lola es que estaba embarazada y sidosa,
así que te aconsejo una cosa, controla, no te la juegues, sé que a veces cuesta guardar los
papeles pero cuídate, no te arriesgues y usa goma siempre, con la mierda que comes es
suficiente, haz lo que debes.

Canción del Chojín - Lola.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Quince años tiene mi amor.

Por aquel entonces yo tenía quince años. Yo trabajaba en una discoteca "light", pues ya sabéis que soy toda una clubber y he trabajado en muchas discotecas, pero no empecé directamente en la noche, me viene de bien pronto... Por entonces yo trabajaba con mi mejor amiga (concepto que no me gusta usar, pero evidentemente sí que usaba con quince años), eramos las dos el mismo equipo de la discoteca y siempre estábamos juntas. Al cabo de unas sesiones trabajando allí, las dos "fichamos" a un chico que, probablemente, era el más guapo de todos los habituales del local. Se llamaba Joaquín, tenía 17 años y era moreno, con el pelo corto y la piel también muy morena. Tenía la mítica tableta de chocolate perfecta, pero no era un "ciclado" de gimnasio ni mucho menos. Conocíamos a casi todo el mundo en la discoteca, pero con él nunca habíamos llegado a hablar ni a coincidir en reuniones y demás.

Nosotras entramos a trabajar allí porque el deejay, le llamaré G, era uno de nuestros mejores amigos. Una noche nos ibamos a ir a una fiesta con G, pero antes tenía que pinchar en un pub hasta las 3, y como ibamos con él en el coche teníamos que acompañarle. Aquel pub era un antro, estaba prácticamente vacío y la poca gente que había dejaba bastante que desear. Nos metimos en la cabina del deejay, nos sentamos sobre unos altavoces en desuso que había y allí pasamos dos horas, desde las once hasta la una aproximadamente. A esa hora precisamente entró Joaquín con un grupo de amigos bastante grande, y por qué no decirlo, bastante guapos todos. Joaquín y Juan, un amigo suyo, entraron a la cabina a saludar a G, que por lo visto les conocía. Entonces Joaquín se me presentó y me puse a hablar con ellos dos. Sinceramente, no recuerdo donde estaba mi amiga en ese momento. Yo llevaba bastante escote y aquello estaba bastante oscuro, de modo que hablando y hablando, Joaquín sacó el móvil y empezó a enfocar la luz hacia mi escote dandole indiscretos codazos a Juan, hasta que yo le meti una torta. Sí, sé que no es un gran comienzo.

Le dí la bofetada pero me reía, tengo que reconocer que con 15 años era bastante más "sueltecita" que ahora. Empezamos a tontear y entonces apareció mi amiga. Salimos de la cabina con ellos y con el resto de amigos con los que habían venido y nos sentamos en uno de los bancos del pub. No eramos las únicas chicas del pub, que era bastante pequeño, pero como os decía no había demasiada gente (como mucho habría 30 o 40 personas más) y el ambiente era, por así decirlo, "muy choni". Si tenemos en cuenta que ellos de "chonis" no tenían nada, eramos las únicas mujeres del local a las que se acercarían, y como ellos eran bastantes y todos se acercaron como moscas a nosotras, nosotras no perdimos el tiempo. Rápidamente mi amiga estaba hablando con un tal Mario y yo con Joaquín, Juan y otro amigo de ellos. Joaquín y yo empezamos a tontear, al fin y al cabo yo ya me había fijado en él antes de eso y él se había fijado en mi escote hacía unos minutos. De pronto Joaquín me dijo al oído "¿te vienes con mi amigo y conmigo al baño?". Su otro amigo, el que no era Juan, no era ni guapo ni feo, sencillamente no me despertaba ningún interés. Siendo bastante clara, le dije: "contigo sí, pero con tu amigo no". Él insistió en que viniera también su otro amigo, y finalmente le dije: "¿pero qué pretendes hacer en el baño que no puedes prescindir de tu amigo?". A lo que él, también claramente, contestó: "¿me la chupas?". Sí, así de explícito. Parece mentira que por aquel entonces yo no me sorprendiera de nada, cuando si me dijeran eso hoy, me levantaría indignada y le diría que no soy una golfa. Claro, que por aquel entonces era algo bastante parecido a una golfa. Continuando con la historia, le volví a contestar: "a ti sí, pero a tu amigo no." Él se rió y por fin se decidió a prescindir de su amigo.

Salimos fuera en vez de al baño. El pub estaba en una calle no muy concurrida, de modo que nos sentamos en el escalón de un portal y nos empezamos a liar. Él no tardó mucho en meter la mano por debajo de mi camiseta. Yo hice lo propio, por debajo de sus pantalones. No obstante, no le parecía bastante: ya lo había dejado claro dentro del pub. "¿Me la chupas, nena?", preguntó. Él estaba tremendo (bueno, así lo veía yo con 15 años), y yo quería follarmelo. Me encantaría saber qué clase de ocurrencia borde diría si algún tío me soltara "melachupasnena" hoy en día, no podéis imaginar lo irónica que puedo llegar a ser en la vida real... ¡se me ocurren unas cosas derrepente que me auto-fascino! A lo que iba... ni si quiera contesté. Bajé la cabeza y empecé a chuparsela. Por primera vez (y no han habido muchas más porque lo odio), se me corrieron en la boca. Tardó un buen rato en correrse, pero es que yo me estaba empleando a fondo con aquella mamada. Craso error, porque me quedé sin polvo. Puesto que estabamos en la calle, no tuve otro remedio de tragarmelo. Entonces continuamos liándonos y ¡por fin!, él metió su mano bajo mi vestido negro, (¡ah, qué nostalgia de post, aquel vestido me encantaba... era el que solía ponerme cuando quería comerme el mundo y lo que no es el mundo!).

Empezó a masturbarme mientras nos liábamos. En aquel preciso momento, cuando me estaba haciendo dedos, ¡PUM! Salieron todos sus amigos del local. Sé que no es el final que esperabais y que la historia iba muy bien en cuanto a "cachondismo", pero es la pura realidad. Como os decía, ellos iban bastantes. Salieron y los dos primeros que salieron nos pillaron de pleno, de modo que, debido a su corta edad (y madurez), en seguida empezaron a decir "el Joaquín le está haciendo de todo a la ..." (¡ajá! ¡te pillé! ¡ya os he dicho que no os pienso decir mi nombre!). En cuestión de segundos lo sabian todos, lo cuál me daba igual porque aunque la mayoría trabajara en la misma discoteca que yo, no eran mis amigos. La vergüenza vino cuando lo supo G, puesto que era un amigo que supongo que no esperaba que fuera tan suelta con quince años (él tenía 19) y claro, estuvo con bromitas toda la noche. Mi amiga no me importaba que lo supiera, al fin y al cabo ella estaba con otro chico y yo se lo hubiese contado igualmente. La semana siguiente en la discoteca, supongo que todo el mundo lo sabía ya. Evidentemente la gente es muy falsa, y no vienen y te preguntan si es cierto, o te dicen que lo saben. Pero algunas compañeras con las que tenía más confianza (y que estaban igual de "sueltecitas" que yo en esa época), sí que me dijeron "¡tía, te has follado al Joaquín, qué cabrona!" (sí, así lo decían, ¿es que no he dicho ya mil veces que teníamos 15 años?). Desperté muchas envidias, y ya os contaré mis demás encuentros y encontronazos con Joaquín, porque este chico en mi vida sexual, tiene más de una anécdota interesante.

En fin, benditas sean las épocas en que no tenía cabeza: todo era fiesta, fiesta y más fiesta. Esas fiestas que se pegan las niñas rebeldes en las películas, con el sexo que no muestran en las pantallas. Sin embargo, la vida me ha enseñado muchas cosas, e incluso a pesar de haber sido la más atrevida, la más arriesgada, la más vividora, la más fiestera y la más indiferente respecto a las opiniones ajenas, con el tiempo he aprendido que la vida no es sólo fiesta. Y claro, ahora sigo saliendo todos los fines de semana, pero ya no es lo que era. Eso solo se vive una vez en la vida, y si tienes la suerte de vivirlo. Supongo que a todo el mundo le parecen una locura las cosas que hacía en su adolescencia, pero yo, que aún estoy en la mía, puedo garantizar que hice todo lo que todo lo que está mal visto hacer y fue genial, pero supe pararme. Sino, sabes pararte al final te pasas y acabas mal, no puedes vivir siendo una niña rebelde toda tu vida... pero ¡qué bien me lo pasaba haciendo todas las locuras imaginables, y cuánto sexo tenía en aquellas épocas! (Cualquiera diría que tengo 19 años... en realidad, sí, sigo haciendo locuras, pero ya no son una novedad, y comparadas con aquellas, questo non è molto!)