jueves, 25 de febrero de 2010

Nieve, frío y sexo para entrar en calor.

Ya estoy contando los días para las vacaciones de Semana Santa, realmente necesito unas vacaciones ya. Esto me recuerda que el año pasado, en esas fechas, me fui de viaje con mis amigas a la nieve. Por el día la mayoría hacían snowboard y esquiaban, y las tres que no sabíamos hacerlo ni tampoco lo intentamos, durante el día dormiamos y dabamos algunas vueltas por las pistas. El segundo día, las tres no-esquiadoras conocimos a un grupo de alicantinos y por la noche nos invitaron a acompañarles a un pequeño pub que había por allí. Se lo dijimos a las demás y quedamos con ellos por la noche. Yo durante el día le había echado el ojo a uno de ellos, uno moreno, tanto de piel como de pelo, con ojazos azules y un poco pijo. No suelen gustarme los pijos, pero este era especialmente guapo y a la hora de hablar, era simpático.

Nos recogieron en las cabañas para llevarnos hasta el pub. Al principio estabamos los dos grupos un poco distanciados, porque tampoco teníamos mucho de que hablar. Al llegar al pub nos pedimos unas copas y nos sentamos en unos sofás que había, porque aún no había mucha gente (después se llenó una barbaridad). Entonces empecé a hablar con el chico que os decía, Kike, y otro chico. Al cabo de un rato se acercó otro de ellos que ya iba un poco borracho y bromeó "con estos no hables, que la tienen como un cacahuete". Empezaron a bromear entre ellos diciendo "como un cacahuete la tiene él, yo la tengo como Nacho Vidal" y así sucesivamente. Al final yo les dije, bromeando también, "yo lo que no veo no lo creo". Entonces Kike me dijo "pues cuando quieras te lo crees". Me reí y seguimos hablando Kike y yo, su otro amigo se puso a hablar con otras amigas mías. Cuando ya llevábamos unas cuantas copas empezamos a liarnos y Kike metió la mano por mis pantalones. Yo le dije "aquí no, que están todos delante", a lo que él contestó "vamos al baño". El baño era unisex, y estaban los wáteres en cabinas. En una de ellas nos metimos y empecé a chuparsela. Después de un rato se corrió en mi boca y yo me lo tragué, lo cierto es que me molesta que lo hagan sin avisar, pero por otra parte me pone mucho. Después de eso salimos del baño y nos juntamosf uera con los demás, que ya estaban preguntándose dónde habíamos ido. Otra de mis amigas se había liado con otro de ellos.

Sobre las 4 cerró el pub y nos fuimos a las cabañas. Como nadie quería ir aún a dormir, se vinieron a nuestra cabaña y seguimos fumando, bebiendo y hablando en los sofás. Desde que habíamos salido del baño, Kike y yo apenas nos habíamos acercado. Al cabo de un rato, me levanté al baño, que estaba dentro de mi habitación. Cuando salí, me encontré a Kike en la habitación. Me tumbó en la cama sin mediar palabra, cosa que me sorprendió muchísimo, y empezó a masturbarme. Pronto empezó también a lamerme y después llamaron a la puerta. Entró una amiga al baño y después cerramos con pestillo para continuar lo que habíamos empezado. Estabamos cachondísimos y fuimos en busca de un condón, pero no teníamos. (No debéis hacer esto nunca, y menos con gente que hayáis conocido ese mismo día, ¿ok? Yo no tuve problemas ese día pero se pueden tener, así que ¡cuidadito!). Pensábamos si seguir o no y seguimos. Me puso encima (cosa que odio), y empezamos a follar. Oía como fuera los demás comentaban "estos llevan mucho rato ahí dentro" y se reían. Cuando me cansé de estar encima, nos pusimos de lado, y fue entonces cuando alcancé el orgasmo. Inevitablemente, se oyó fuera. Y poco después, Kike se fue al baño para correrse. Yo me subí los pantalones (ni si quiera nos habíamos quitado completamente la ropa), y quitamos el pestillo. Nos quedamos tumbados en la cama hablando y al rato salimos.
Os podéis imaginar como fueron los tres días restantes: todas las tardes y todas las noches Kike y yo en su habitación o en la mía. Por lo demás, el viaje estuvo muy divertido también. Al final del viaje, de ocho amigas que fuimos, cuatro se habían enrollado con amigos de Kike. Como el vive en Alicante y yo no, no le he vuelto a ver, pero de vez en cuando hablamos por el Tuenti. Eso sí, como amigos, y es que esto es algo que me encanta en un chico: que no me estén hablando de sexo continuamente solo porque hayamos follado. Cuando estaba follando, era puro sexo, pero después eramos tan amigos. Ay, si viviera en mi ciudad...

sábado, 20 de febrero de 2010

De cómo una noche de fiesta puede acabar en dos polvos y un 69.

Hoy os voy a contar una historia reciente, la historia de Marc. Le conocí en una de las discotecas en las que he trabajado como imagen. Una de mis compañeras tuvo ciertos encuentros con él en el cuarto de contadores que había al lado de los camerinos (¡ay, si las paredes del cuarto de contadores hablaran!). Yo me llevaba muy bien con ella y aunque ellos no tenían nada más allá del cuarto de contadores, nunca me fijé en él porque siempre le vi como el chico que se tiraba mi amiga (más que una amiga era una compañera, pero hablabamos mucho).

Después de que la discoteca acabase cerrando, me lo seguí encontrando en otros locales. Yo le saludaba con dos besos o de lejos, y punto. Un día, con esto de las redes sociales, comentó en una de mis fotos de Facebook. Así empezó un sutil coqueteo que no iba más allá de los mensajes del Facebook y las sonrisas cuando nos encontrabamos. Una de tantas noches me lo encontré y me invitó a una copa. Se quedó toda la noche cerca de donde mis amigas y yo estábamos bailando, y para ser sincera, esa noche yo iba muy poco discreta. Se me acercó el típico borracho pesado y no le hice ni caso, y al irse el borracho, se acercó y me dijo "si es que no se puede resistir uno". En ese rol que tanto me gusta de hacerme la tonta, le dije "¿resistirse a qué?" a lo que evidentemente contestó "a tus encantos". Unas risas y cada uno de vuelta con sus amigos.
La noche fue larga, pues ambos nos quedamos hasta el cierre. A esas horas ya no hay casi gente en las discotecas, así que se acortaron aún más las distancias. "Oye, ¿cómo volvéis a casa?" me preguntó. "Mi amiga vive aquí al lado, vamos andando y me quedo allí a dormir". Entonces me invitó a llevarme a casa en su coche. Después de dejar a sus dos amigos en casa, vino la invitación a su casa, como era de esperar. Continuando con obviedades, yo acepté. Su casa era enorme, muy bien decorada y muy moderna. La había decorado su madre, la casa era de sus padres pero ellos preferían vivir en un pueblo y que él se quedara allí. Así que allí estabamos, cada uno en un sofá, fumando y hablando de nada. Viendo que allí no pasaba nada, fingí sueño y le dije que yo me dormía, pero supo reaccionar y me cogió en brazos y me llevó a la habitación.

Empezamos a liarnos y se puso encima mío. Yo sinceramente no entiendo el petting, el hecho de que alguien se esté refregando por encima mío sin estar haciendo nada, más que excitarme me resulta una situación cómica, y no me da la risa de milagro. Tras un rato así, le desabroché los pantalones y empecé con el sexo oral. Pronto empezó él con lo mismo, y así comenzamos con lo que se llama un 69 brutal. Me encanta el 69, porque cuanto mejor se lo haces tú a la otra persona, más se excita esta y mejor te lo hace a tí, así que resulta siempre más que satisfactorio. Cuando ya le quedaba poco para correrse, me puse a cuatro patas y acabamos lo que habíamos empezado, follando. Después él se fue al baño, y para mi sorpresa, al volver seguimos liándonos. De nuevo la cosa empezó a subir de tono, y me empezó a masturbar. No sé que hora sería, pero después de una noche de fiesta, ya debían pasar de las 10 de la mañana y yo ya estaba cansadísima. Esto no fue razón para que no me pusiera muy caliente y en cuestión de minutos, estuvieramos follando otra vez. El segundo polvo duró mucho más que el anterior (entre otras cosas porque el primero fue más bien para terminar el 69 que por el propio polvo en sí), pero él estuvo todo el tiempo encima que es como a mí me gusta. Después de ese, volvió de nuevo al baño y al regresar, me invitó a quedarme a dormir. Desgraciadamente, yo tenía comida familiar, así que me llevó a mi casa y desde entonces, que hace dos semanas, seguimos con el coqueteo sutil por Facebook.

viernes, 19 de febrero de 2010

Mi imán.

Yo tenía quince años. Una noche, me fui a una discoteca con dos amigas por casualidad. No estaba planeado, pero allí aterrizamos. No teníamos alcohol, pero encontramos quien nos invitara. Nos sentíamos en una nube, como si fueramos las protagonistas de la noche. Teníamos quince años y la noche entera por delante, sin nada que perder. Dimos vueltas, conocíamos a todos, y ya conocimos a los desconocidos. Entonces una amiga me presentó a un chico. Yo ya empezaba a notar los grados del alcohol por dentro de mí, aunque aparentemente aún no eran perceptibles para los demás. Esa misma semana, una "amiga" se había liado con mi novio ¡qué drama! Lo habíamos dejado, por supuesto. Esa noche era la nuestra. ¡NO! Esa noche era la mía. Allí estaba mi ex, con ella, pero eso no me importó. Como decía, me presentaron a ese chico y no me llamó la atención. Él se quedó bailando a mi alrededor y yo no me di ni cuenta hasta que se acercó y me dijo "¿dónde están mis amigos? Uy, me he quedado perdido". Me pidió que le acompañara en busca del resto, yo lo acababa de conocer, pero le acompañé. La discoteca era grande y le dimos varias vueltas, él me cogió de la mano y a mi ni me importó, porque el alcohol no me permitía pensar tanto en los pequeños gestos que hoy percibo en cuestión de segundos, ebria o sobria. En un momento dado se paró, ya se había cansado de recorrer la discoteca. Mi ex, y otros chicos con los que entonces tenía cierto coqueteo, me habían visto recorrerla de su mano como si fuera su chica, pero a mí no me había importado. Me preguntó si podía besarme, y sin si quiera atraerme, le dejé. Salimos fuera y metió su mano bajo mi falda. Yo la aparté, ese no era el momento ni el lugar. No le pedí su número, él a mí tampoco, pero al cabo de unos días me agregó al "msn". Quién me iba a decir a mí entonces que ese chico se convertiría después en mi amante más longevo. En un follamigo, en un amante, incluso novio una temporada. En definitiva, una persona importante en mi vida. A día de hoy un gran amigo... y yo, sin quererlo, la chica que nunca falla. En la chica que habla con él todos los días, que le habla, que le ayuda, que le cuenta sus cosas, y que sin embargo, lleva años deseando que se de cuenta de quién es la que siempre ha estado ahí, la que está y la que estará. Incluso somos los que follan a veces.

Somos dos imanes. Si no nos vemos, no es necesario que nos juntemos... pero si estamos cerca, es necesario que nos unamos como auténticos imanes. Muchas veces he pensado en que quizá estoy enamorada de él desde hace tres años, pero aún no he llegado a una conclusión. No tengo celos si está con otra, pero siento la necesidad irremprimible de que sea feliz. Puedo estar un tiempo sin verle, pero si le veo tenemos que estar juntos e irremediablemente sentimos la necesidad de besarnos. Si hablo con él, nunca difiero de su opinión, pero no es adrede. Si follo con cualquier otro, lo comparo con él y siempre sale ganando, pero sin embargo no es un superhombre. Si lo pienso, es un desastre, es impuntual, es vago, es apático y es tremendamente inmaduro... pero aprecio lo divertido que es, lo sincero que es y los buenos sentimientos que tiene. Somos dos imanes que nunca se quedarán juntos para siempre, pero sus polos se atraerán constantemente. El amor ya tiene un significado, pero para esto, ¿qué palabra hay?

jueves, 18 de febrero de 2010

Años luz.

Ven, confía en mí. No hay porqué dejar para hacer después lo que quieras ya.
Es el instinto, deja que te sacuda. El cielo es de lo que creen y no de los que dudan.
Va, confía en mí, no hay margen de error: deja que en mi piel brille tu sudor
¿Qué es lo que esperas? Ya casi es madrugada. Mi cremallera no está electrificada.
Soy un volcán en erupción, no me tengas más consideración, entra en razón y que suba el telón, cámara, acción.
Subiré por tu espalda la seda, como por el muro la enredadera.
Nadie nos mira, esta noche es nuestra.
No habrá testigos, no habrá evidencias.
Somos solamente yo y tu conciencia.

lunes, 8 de febrero de 2010

Jonny, "el simpático".

Esta vez toca hablar de Jonny. Yo le conocí porque hacía Bachillerato con una amiga mía. En principio, no me atrajo en ningún momento, de hecho tenía ciertos defectos físicos que, perdón por frivolizar, pero me espantaban. Eso sí, siempre me pareció muy simpático.
Al cabo de encontrarmelo varias veces, mi amiga comenzó a decir que Jonny me tiraba los trastos. Sinceramente, es raro que yo no me de cuenta cuando eso sucede, pero realmente en cuanto me fijé era así, me estaba tirando los trastos las veces que nos veíamos y yo no me había dado ni cuenta. La gota que colmó el vaso llegó cuando él le confesó a mi amiga que "le ponían mis tetas". Mi amiga se lo contó a mis amigas y todas estaban seguras de que Jonny y yo acabaríamos follando, vulgarmente hablando.
Yo lo negué en repetidas ocasiones. "Jamás, no me pone ¡nada!". Y no era incierto, pero a veces el saber que tienes cierto poder de seducción sobre alguien hace que te llame la atención. Y lo dicho, era simpático, el típico chico con mucha labia. Me lo empecé a pensar las demás veces en que coincidimos, a la par que les decía a mis amigas que aquello nunca ocurriría, y una noche de verano me lo encontré en una discoteca. Aquella noche prácticamente todo el local había decidido comenzar el verano con bastantes grados de alcohol en el cuerpo. Yo no estaba borracha, pero decidí hacer como que a mí también me había afectado el vodka azul.

Me acerqué a él -que no iba borracho, pero sí que llevaba alguna copa de más- y le dije "Jonny, tengo que hablar contigo, ven un momento". Se lo dije toda seria, y él debió de alucinar, porque no habíamos hablado nunca más allá de las ocasiones en que nos habíamos encontrado en cenas o fiestas. Su cara reflejaba un poco esa alucinación, ya que se notaba que estaba extrañado. Me lo llevé a una columna y sin tapujo alguno (cosa rara en mí) le dije: "Se comenta que te ponen mis tetas". Él intentó responder, seguramente intentando justificarse pensando que sería necesario, pero le corté antes de que emitiera sonido alguno. "Y tengo otra duda... ¿también te pone esto?". Me lancé a su cuello, los besitos lentos por el cuello nunca fallan. Ni lametazos, ni chupetones, ni succionamiento vampírico. Simples roce de los labios con el cuello. Evidentemente, él no se apartó, sino que en seguida buscó mi boca con la suya.
Así estuvimos hasta que prácticamente había cerrado el local. Estabamos en un lugar de veraneo, así que nos dirigimos a nuestros respectivos apartamentos durante nuestra estancia allí. Cada uno estaba en un complejo distinto, pero estabamos muy cerca. Le invité a venirse a mi habitación, pero esto no le hizo mucha gracia a mis amigas, que querían descansar después de haber amortizado el vodka. No hubo problema, sus amigos no tenían problema alguno en acoplarse tres en dos camas y dejarnos una habitación.
Llegamos a su apartamento, sin soltarnos, como si fuesemos la típica pareja de novios -aunque ahí no había amor, solo sexo y complicidad-, y nos sentamos en el sofá. Sus amigos, "oportunos" ellos, se hicieron un vaso de leche antes de dormir. La cocina era americana, así que allí estaba yo, con cuatro personas que apenas eran conocidos, un sofá, un call-TV sonando de fondo en la televisión sin que nadie le hiciera caso y sobre el banco de la cocina, vasos de leche y Golden Grahams. Cuando acabaron, por fin se fueron a dormir.
Se me ha olvidado mencionar que el chico era de mi edad, 18 años, (en mi caso 17 este verano porque soy de finales de año). No suelo "liarme" con chicos de mi edad, no me gusta. Son inmaduros, e incluso para solo sexo, eso importa, porque hay ciertas actitudes que no soporto. Eso con él no fue un problema en ningún momento, en su caso no me quejo. Como decía, se fueron a dormir sus amigos, y claro, lo propio en un apartamento con gente de esa edad y antes de hacerlo, aún sabiendo perfectamente que lo vas a hacer, es hacer el amago de decir "bueno, vámonos tú y yo a dormir a la habitación". Y así fue.

Cuando llegamos a la habitación, perdió todo el sentido aquel amago de intento de dormir que habíamos fingido minutos antes: nada más tumbarme en la cama, se puso encima mío y me quitó la camiseta. Creo que en todo el camino no le había bajado la erección que comenzó en la discoteca. O eso, o le ponen a cien los cereales y los call-TV, porque en seguida dirigió mi mano bajo sus pantalones. No fue necesario que yo hiciera lo mismo bajo mi falda, ya lo supo hacer él solo. Y a penas unos minutos de preliminares fueron suficiente para empezar a hacerlo. Primero empezamos con él encima, pero la verdad es que no estaba notando demasiado. Un concierto de gemidos fingidos para ver si se animaba un poco el asunto, no fueron suficiente... Él estaba disfrutando, pero yo no.
No sé ni como descubrí una postura hasta entonces desconocida para mí. Él se sentó en la cama apoyándose en la pared, y yo me puse de espaldas, con una pierna a cada lado de su cadera. Lo cierto es que no es una postura muy cómoda, pero a partir de ese momento, fue absolutamente brutal, pese a la incomodidad. Cuando acabamos, además, él lo completó con un oral que fue exactamente lo que me apetecía en ese momento, sin haberlo pedido siquiera.
Como ya eran sobre 9 de la mañana, me vestí con lo que llevaba puesto antes y me quedé a dormir. Eso sí, aunque en la misma habitación, cada uno en una cama, que ya estábamos cansados. A mediodía, me despertó preguntándome si me quedaba a comer. Al parecer ya estaban todos en pie, menos yo. Me quedé a comer y fue una agradable comida. No olvidemos que es un chico muy simpático.
Me lo he vuelto a encontrar un par de veces desde verano hasta hoy, y como si nada. Dos besos, y un poco de conversación. Hasta la próxima, que estoy segura de que la habrá cuando volvamos a tener una ocasión y un lugar así.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Sexo conmigo: manual de instrucciones.

Hay veces en que me encantaría sentarme a hablar con los hombres y decirles antes de practicar sexo: "mira, todas estas cosas son las que me gustan y todas estas son las que detesto". El problema es que soy demasiado maniática, y hay muchas cosas en esa lista, pero hoy la voy a compartir con vosotros. Chicos, ¡atended! Mujeres del mundo... ¡creo que estaremos de acuerdo en muchas cosas!
Me encantaría coger y decirle a alguno que otro que unos lametones en los pezones están bien, pero por eso de que tengo bastante pecho, hay tíos que parece que se estén liando con mis tetas, y llega un punto en que pienso "hola, estoy aquí y mi cuerpo tiene tantas partes como cualquier otro". Esa es una de las cosas que con más frecuencia me pasa y que detesto. En alguna ocasión sí que he llegado a decir "oye, no me pone nada eso", pero claro... no siempre se tiene la confianza suficiente.
Después están los que te hablan mientras estás haciéndolo. Tengo amigas a las que les gusta que les hablen, pero no es mi caso. Soy una gran conversadora, de verdad, pero cuando estoy a lo que estoy, ¡no me apetece que comentes cada detalle! Me pone que me hagan algún comentario del estilo "me estás poniendo mucho" o el típico "madre mía", pero de ahí a esos que cada paso que dan te preguntan si te gusta, pues no es lo mismo. Y el colmo está en los que encima te preguntan "¿la tengo grande?"... La tengan grande o no, ¿para qué lo preguntan? Oye, coge una regla, midétela y después metete en Google y compara con la media española, ¡pero no me lo preguntes a mí! Si la tienen grande, siento que lo preguntan para estimular su ego, y si no es así, te ponen en un compromiso. Y ya para qué hablar de aquellos que te piden que le pongas una nota a su polvo. ¿Me ven cara de profesora de sexología? Bueno, quizás sí ¡pero era una pregunta retórica!

Otra de mis muchas manías es la de la luz. A ser posible, que no haya nada de luz. Si no es posible, me conformo con una luz tenue o con la que entre por las rendijas de la persiana... pero no puedo, en absoluto, hacerlo con iluminación total. Sé que es fruto de inseguridades, pero esa no es razón para que quiera hacerlo con plena luz.
Aunque sin duda, mi gran mania es la de las posturas. Sé que se disfruta más estando encima, pero solo lo he hecho dos veces en mi vida y no me entusiasma porque me concentro demasiado en lo que tengo que hacer y no disfruto en absoluto. Además, el contacto con la mirada es más directo y no me gusta que me miren a la cara (y mucho menos a los ojos) mientras estoy haciéndolo. La otra postura común que no soporto es la del perrito, porque no me gusta mi trasero y soy incapaz de disfrutar mientras pienso "Dios, tiene mi culo en primer plano". Respecto a todas las demás (normalitas y algunas no tan normalitas), no tengo ninguna queja, pero precisamente esas dos que son tan normales, me dan muchos "problemas", porque una cosa es decir en un blog que es por mis inseguridades, y otra muy distinta empezar a explicar todo esto cuando te ponen voz "tontorrona" y te dicen "va, ponte encima". Simplemente me limito a decir que no, que no me apetece, que estoy muy cansada o me hago la loca.

En esto no tengo nada de raro, pero una de las cosas que más me ponen es que me den besos en el cuello, y sin embargo, ¡la mayoría de hombre no lo hacen, o lo hacen medio minuto! O al menos esa es mi experiencia.
Además, pertenezco al grupo de mujeres a las que les gustaría que los hombres dedicaran más tiempo al sexo oral (algunos directamente, se creen que les basta con las manos). Por cierto, ahora que lo pienso, si hiciera un grupo en Facebook, triunfaba seguro. Bueno, ya debe de haberlo, creo que todo lo existente en este mundo tiene un grupo en Facebook.
Y después de todo esto que os he contado, decir que después de mi breve ausencia, me ha nacido el hacer un post de este tipo, al que por otra parte, he querido darle un tono irónico, porque así soy yo en la vida real, suelo ironizar con todo. Espero que os haya gustado, y desde aquí mandar un saludo a Susanita la Sexosa, que me hizo una reseña en su genial blog y aquí se la devuelvo.