jueves, 7 de enero de 2010

Una verbena, un polvo, un condón. Uno de cada.

Yo soy una chica de ciudad, pero como ya os comenté, también soy una amante de la fiesta. Lo cierto es que soy más de clubs, pero donde haya una ocasión de pasarlo bien, ahí estoy yo.
Este verano una amiga me pidió que le acompañara a las fiestas del pueblo de su novio. A penas llevaba unas semanas saliendo con ese chico y no conocía a los amigos de él, así que le daba vergüenza ir ella sola. Como era un pueblo relativamente grande, y era una verbena a lo grande con música no-pachanguera (no soporto las verbenas ni ningún tipo de fiesta cuya música sean canciones del tipo "La Barbacoa" y "Aserejé"), accedí sin problemas a acompañarle. Cuando llegamos al pueblo bajamos en una calle y caminamos hasta una tienda donde habíamos quedado con el novio de ella. Él apareció con tres chicos más y nos presentaron. No sabía dónde nos dirigíamos, y mientras ella estaba de arrumacos con su novio, los otros tres chicos hablaban de sus cosas, así que yo no sabía hacia donde mirar. Finalmente, descubrí que nos dirigiamos a un bajo donde beber antes de ir a la verbena.
Lo cierto es que, ya que nadie tenía que conducir, ninguno bebió de menos precisamente, y eso que yo no soy especialmente amiga del alcohol (no lo necesito para pasarlo bien, aunque no rechazo un cubata si estoy de fiesta). Una vez habíamos terminado de beber empezamos el camino hacia la verbena, con un grupo grande de gente del cuál a penas conocíamos a nadie, salvo a los que nos habían presentado hacía algo más de una hora. Esta vez mi amiga y yo emprendimos el camino hablando entre nosotras. Teníamos que pasar por la feria para llegar hasta la verbena, y con eso de que el pueblo estaba en fiestas, pues todos se empezaron a encontrar con conocidos. En ese momento, uno de los chicos, Rafa, acabó su botella y me dijo que la chupara. Yo nunca había oído eso, así que le pregunté por qué, y me dijo que, (según él), una mujer debe chupar la botella cuando se acaba. Yo, entre risas, pues así lo hice.
Una vez en la verbena, ya a todos se nos empezaba a notar esa desinhibición propia del alcohol, y yo me encontraba en la fase en que todo me parecía gracioso. La música no estaba mal, así que mi amiga y yo nos pusimos a bailar las dos sin complejo alguno, y ya os comenté que mi forma de bailar, si fuese definida en un documental de "La 2", sería como "la llamada de la hembra al macho" o algo similar, porque ese es el efecto que produce. Pero claro, llegó un momento en que mi amiga y su novio se pusieron tontos y yo, nuevamente, no sabía hacia donde mirar, así que me quedé quieta unos instantes. Entonces Rafa, que a decir verdad, es un chico muy atractivo (no suelo juzgar por el físico ni lo digo para alardear, pero es que lo es realmente), se acercó y se puso a bailar conmigo. No estoy acostumbrada a bailar como forma de coqueteo, pero él no dudó en, sin a penas haber mediado palabra en toda la noche, cogerme de la cintura y dejar escasos milímetros de separación entre nosotros. Y rápidamente, estabamos liándonos.

Me sorprendió muchísimo lo explícito que fue, pues yo suelo andarme con sutilezas aunque se me entienda perfectamente, pero él nada más besarme, se separó y me susurró "me estás poniendo malo, a tí te voy a enseñar yo". Y yo, que ya os digo que soy bastante sutil, le pregunté "¿ah sí? ¿a qué me vas a enseñar?"... y madre mía, qué sorpresa cuando sin ningún tipo de sutileza él me dijo "a follar". En aquel momento, no pude evitar reírme ante una frase tan clara. Seguimos bailando, liándonos a ratos, y mi amiga vino y me dijo "¿te quedas con Rafa? Es que me voy con Ángel por ahí". Y yo, practicando el hoy por tí y mañana por mí, le dije que se fuera sin problemas. Nada más irse ellos dos, Rafa me insistió para que hicieramos el amor, pero yo no podía más que hacerme la mojigata porque ni teníamos un coche, ni una casa a donde ir. Pero una no es de piedra, y al final accedí a perderme con él, que de nuevo me sorprendió con su claridad al girarse a su amigo y decirle en voz alta "oye, Sergio, ¿llevas condones?". Su amigo se lo dio, y con las atentas miradas de sus amigos mirándome, me cogió de la mano y me dejé guiar por él. Entonces llegamos a una esplanada enorme donde había unos cuantos árboles y arbustos bordeándola, y nos sentamos en una zona donde había restos de un derribo o algo similar, y a su vez nos cubrían los arbustos.
No tenía ni idea de lo que me esperaba a partir de ese momento. Milésimas de segundo es el tiempo que tardamos en tumbarnos y que él empezara a meterme la mano por debajo de los pantalones. Entre los efectos del alcohol, su apariencia física y lo mucho que me pone, no podía estar disfrutando más con sus manos, así que como buena samaritana que soy, le devolví el favor con la boca. En ese momento es cuando me di cuenta de que, por si no tenía suficiente con su apariencia y demás, el chico estaba muy bien dotado (de la importancia del tamaño, hablaremos otro día). Así estuvimos durante muchísimo rato, con estos preliminares extasiantes que duraron más de lo habitual. Cuando nuestra ropa ya estaba amontonada en un rinconcito de aquel rincón de la esplanada, él se puso el condón y se puso encima. ¿Cómo definir aquello? ¿Brutal? ¿Genial? No creo que hayan inventado una sola palabra que resuma aquello: un-polvo-bestial, pero elevado a la enésima potencia. Él se estaba destrozando las rodillas con las piedrecitas del suelo, y yo la rabadilla. Ambos acabamos llenos de arañazos por culpa de las pequeñas piedras, y en realidad notaba el dolor, pero en aquel momento no importaba (tampoco penséis que era sadomasoquismo, que lo respeto pero no lo practico). Cada vez que la metía era un paso más hacia el éxtasis, no quería que acabase nunca, pero como todo lo bueno -y lo malo- se acabó, aunque hay que reconocer que después de muchísimo tiempo de placer indescriptible. Él siguió haciéndome sexo oral después de eso, y yo no podía estar más mojada y dilatada que aquella noche. Pero aunque después volvimos a retomar los preliminares, sólo había un preservativo, y habiendole conocido esa misma noche, no os olvidéis de que hay que tomar precauciones tanto por el embarazo como por el hecho de que, aunque él no tenga el SIDA aparentemente o él no lo sepa, puede tener esta u otra ETS, así que "no goma, no party". De todos modos, creédme que con lo que hubo, hubo más que suficiente.

Y esto es todo por hoy, he aquí una más de mis anécdotas. La anécdota del que hasta la fecha fue el polvo más placentero de mi vida. Ah! Se me olvidaba! Él me ha propuesto que volviéramos a quedar más veces, y casualmente nunca he podido, pero habrá una segunda vez en cuanto ambos podamos, así que espero poder contaros una segunda parte de esto con tanto gusto como os cuento la primera.

2 comentarios:

  1. niña, no te dejes perder un segundo revolcón con esta maravilla de chico!!!

    ResponderEliminar
  2. Al final querremos referencias del chico ;-). Mientras tanto, aprovechate de él lo que puedas (sexualmente hablando).

    ResponderEliminar