jueves, 25 de marzo de 2010

Sexo, fiesta y drogas.

Mentiría si dijera que no he tenido algún que otro coqueteo con las drogas. No me drogo, nunca me he drogado como costumbre para salir cada fin de semana, ni falta que me hace. Ni si quiera el beber me hace falta para salir cada fin de semana. Pero sí, he tenido mis coqueteos con las drogas.

Hablaré de una historia de esas mías a las que os tengo acostumbrados. Una noche una amiga y yo nos fuimos de fiesta a una conocida discoteca de aquí (tiene gracia, nunca sabréis donde es "aquí"). Había un fiestón, de esos que no te quieres perder, y necesitabamos un coche en el que ir. Mi amiga me dijo que unos conocidos nuestros iban, y aunque a penas habíamos hablado con ellos antes de aquello, nos fuimos con ellos. La noche empezó con alcohol, en grandes dosis. La discoteca parecía tener niebla entre tanto humo, pero no hacía falta ver a la gente para bailar de forma incansable. A las 7 de la mañana cerraron, pero la fiesta continuaba en el parking.
Nuestros "amigos" (vamos, conocidos), se habían estado haciendo rayas toda la noche. A mí no me importa, el conductor no se hacía y al fin y al cabo es su vida, no eran mis amigos siquiera. Pero las grandes cantidades de alcohol despertaron mi curiosidad por hacerme yo alguna, que nunca me había hecho (y para ser exactos, no me he vuelto a hacer, ni tampoco me causó tanta diversión como para querer repetirlo). Allí, recién salida de la discoteca y con un pedo monumental, me hice unas cuantas rayas. La fiesta continuó en el parking hasta las 11 de la mañana, y eso para nosotros, que aún quedaba bastante gente por allí a esas horas. A la vuelta uno de ellos me empezó a decir que era muy guapa. Que le gustaba mucho. Que por qué no le daba un beso. Por supuesto, todo aquello con la efusividad propia de haberse hecho bastantes más rayas que yo. Y con la efusividad de las rayas que me había hecho yo, le di un beso.

Ni si quiera me hubiese fijado en él de no ser por el alcohol y la cocaína. Pero bueno, le di el beso. Y de un beso a otro beso, sin ser ni si quiera consciente de los besos, los daba porque la negación no era una opción para mí, iba demasiado ciega. Llegamos a mi casa, que no había nadie. Subimos él, mi amiga y yo. Ella se fue a dormir, él y yo nos quedamos en el salón. Por si no había suficiente, unos cuantos porros, y con tanta mezcla, las risas no cesaban. Riéndonos todo el rato, nos liábamos, cachondísimos. (Aunque no me guste apoyar las drogas, tengo que decir que no debe ser muy cierto eso de que la cocaína disminuye la líbido, aunque no digo que la aumente, que no sé tanto de drogas gracias a Dios). Partiéndome de risa, le desabroché los pantalones. Le comí la polla como si se fuese a acabar el mundo. Y después, él me quitó el vestido y me metió la mano, los dos partiéndonos de risa. No puedo negar que fue un polvo entre cómico y divertido. Me senté encima de él, con una pierna a cada lado del sillón a follar. Él aguantaba y aguantaba, me corrí dos veces. Me cansé y nos tumbamos en el sofá. Se puso encima y seguimos follando a un ritmo incansable. ¡Por fin! Tuve un orgasmo. Increíble en mí, los he tenido contaditos... es más, tardé tanto en tener el primero que llegué a pensar que era anorgásmica. Seguimos, yo casi sin ganas ya después del orgasmo, y por fin acabó.
Cuando acabamos de follar, aún nos estábamos riendo. Las drogas no son buenas. Pero aquel polvo, fue una enorme excepción. Desde entonces, siempre que nos vemos actuamos raro. Antes eramos conocidos, así que no he perdido nada tampoco. Sólo lo sabemos él y yo, los demás se quedaron en la parte de los besos tontos en el coche. Y con aquello me quedo yo de la cocaína, porque sinceramente: no es para tanto.

2 comentarios:

  1. Me gusta tu forma sincera de contar las cosas, aunque de drogas siempre es bueno conocer cuánto más mejor.

    No me refiero a concoer sus efectos contigo misma sino a las consecuencias a las que te puedo llevar, riesgos y ddemás.

    Un beso.

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  2. a mi me da miedo q me guste, por eso me abstendre de esa experiencia

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