martes, 22 de diciembre de 2009

Palabrería, infidelidades y cómo interrumpir un polvo.

Hace muchísimo tiempo Julio me agregó en una red social. Vi que teníamos muchos amigos en común, así que le acepté. No era un chico guapo, y a pesar de que tenía 19 años, tenía la típica actitud de niño que no ha crecido: ya sabéis, esas personas que no pueden escribir sin emular iconos del Messenger, especialmente ese de " :$ ". A mí me ponen nerviosa esas personas, no hablo con ellos porque viendo eso ya pienso "chiquillo". Y Julio me hablaba siempre para decirme que qué guapa que era, y luego continuamente me decía "hola", aunque yo nunca le contestaba. Nunca me preocupé de saber cómo era porque no me interesaba en absoluto alguien tan infantil, de vez en cuando le hablaba si necesitaba algo de él (nunca nada importante).

Al cabo de un tiempo, yo me puse a trabajar en una discoteca en la que, casualmente, él también trabajaba. Como conocía poca gente en aquella discoteca, empecé a contestarle cuando me hablaba vía Internet, y la verdad es que aunque seguía resultándome infantil, me pareció simpático. El primer sábado que trabajé en la discoteca como imagen, cuando ya estaba agotada, me senté en la zona VIP donde él se sentó conmigo en un sofá. Que si yo le acariciaba la cabeza, que si él me acariciaba la pierna... pero nada más lejos de aquel juego de caricias. Qué sorpresa la mía cuando por la mañana, ya regresando de la discoteca, me llegó un mensaje que decía que se había quedado con ganas de besarme.

La verdad es que yo no soy una chica difícil, pero con la gente que de primeras no me resulta atractiva, pues quizás me hago un poco más la difícil. Él estaba empeñado en conquistarme, lo intentaba una y otra vez. Decía que le gustaba mi forma de ser, y me gustaba como me describía porque parecía haber visto en mí parte de cómo era realmente. Y con eso, y con algo de palabrería, una noche de viernes estaba yo en mi casa frente al ordenador sin nada que hacer. Aquel día había sido un día muy malo, muy tenso y de muchos nervios. No salí porque no tenía ganas de nada, pero entonces él me dijo que quería venir a verme. Me lo había dicho muchas otras veces y yo siempre me había negado en rotundo, pero aquel día me sorprendió al decirme que vendría andando a mi casa. Era de noche y ya no había transporte público, él vive en un pueblo a las afueras de la ciudad, a unos 10-15 minutos en coche. No podía creer que fuese a venir andando, pero para mi perplejidad ¡lo hizo!

Cuando llegó a mi casa no sabía qué ibamos a hacer, así que nos pusimos a ver "Callejeros", que era lo que echaban en ese momento por la tele. A penas hablamos, pues nada teníamos que decirnos, pero conforme me fui acomodando inconscientemente en el sofá, mi cabeza acabó apoyada en sus piernas. Unas cuantas caricias y el hecho de que el programa se hubiese terminado y la programación de los viernes noche deje bastante que desear, fueron suficiente para que, sumado a la palabrería que me había estado vendiendo, se llevara el beso que tanto decía que ansiaba. Ese y muchos más. Por estar más cómodos, me puse de rodillas con una pierna a cada lado de sus caderas mientras Julio estaba sentado en el sofá, una posición perfecta para que él empezase a masturbarme. Coloquialmente, diría que Julio es de los que las matan callando, porque con su actitud de niño y su apariencia física no excesivamente atractiva (aunque no desgraciada), me estaba poniendo muchísimo. Estaba mojadísima, pero ese día no podía mantener relaciones sexuales por la menstruación, así que en la masturbación mutua quedó todo.

Al día siguiente, que era sábado, teníamos que trabajar en la discoteca. Yo no quería que la gente hablase de más, así que me mantuve relativamente distante toda la noche. En un momento en la cabina del Dj el intentó besarme, pero me aparté. Y una vez vendida toda aquella palabrería romántica, desde ese momento nuestras conversaciones pasaron a ser puramente sexuales. Él ya no vendía parafernalia romántica, sino que me expresaba sus ganas de hacerme el amor constantemente (de forma mucho más explícita y vulgar que la que estoy usando yo ahora). Por circunstancias de la vida, no pudimos quedar durante dos meses hasta que una tarde me invitó a su casa.

Aquella tarde yo llevaba 1 mes sin mantener relaciones. La última vez que había intentado mantenerlas había sido un tanto catastrófica (esto es algo que os contaré otro día), y tenía bastantes ganas. Él me invitó a su casa sin ser explícito en lo que ibamos a hacer, pero yo obvié que iba a haber sexo, así que me depilé integramente mi zona íntima y me pusé un conjunto de lencería morado, no demasiado ostentoso pero con algunas transparencias, aunque sin duda el plato fuerte fueron mis medias negras, que acababan con un liguero de encaje cosido a estas medias. Y así llegué a su casa, con una minifalda discreta (no excesivamente corta) y una camiseta que aunque no tenía escote, dejaba bien claro que puedo presumir de una gran talla de pecho. Cuando llegué a su casa él ¡se puso en el ordenador! En pocas palabras: pasaba de mí. Yo tenía que remediarlo, así que le dije que como no me hacía caso me iba a dormir, y me tumbé en su cama, justo en frente de donde él estaba, dejando entrever como accidentalmente mi liguero. Cuando se percató de aquello se tumbó conmigo y estuvimos "peleando" irónicamente durante casi una hora tumbados en la cama. Cuando tuvo ocasión, me puso encima suyo y noté perfectamente como su pene estaba en erección. Besos, caricias... y pronto empezó de nuevo a masturbarme, igual de bien que la otra vez, aunque esta vez lo remató con sexo oral, y con esto, yo ya no cabía en mí misma de placer. No hubiese tenido problema en devolverle el favor, pero él directamente pasó a penetrarme. Estábamos disfrutándolo, ya unos cuantos minutos, cuando derrepente él paró y yo, pensanado que quizás se había cansado por estar encima, no dije nada. Estuvimos unos 5 minutos en silencio (o quizás me pareció más por la incomodidad de la situación), con su pene dentro de mí, y derrepente dijo: tengo novia. Y se apresuró a salir de mí, así como yo me apresuré más que sorprendida a vestirme. Pero la cosa no quedó ahí, luego encima se desahogó conmigo en el camino hacia mi casa... ¡como si me importara! Yo no iba a juzgarle por eso, porque no soy yo su novia ni la conozco, pero ¿era necesario que desahogase sus remordimientos por ser infiel precisamente conmigo? Yo no sabía que decirle, pero hablando y hablando , al final me preguntó ¡que si yo no me sentía culpable! Y ahora explicadme vosotros, si es que podéis, de qué tenía que sentirme culpable yo, que ni tenía novio ni sabía que él tenía novia hasta ese momento. Por supuesto, se lo dejé bien claro, aunque eso no ayudase a limpiar sus remordimientos, pero ese gracias a Dios no es mi problema, porque a una puede gustarle desmesuradamente el sexo, pueden gustarle las noches de fiesta largas y los vicios como el tabaco, morderse las uñas o dormir hasta el mediodía, pero soy una persona sincera y no estoy aquí para hacer sentir bien a aquellos que hacen las cosas mal, si bien podría dar un buen consejo para remediar los errores de vez en cuando a los amigos.
Y con esto, con una historia de infidelidades, sexo y esos típicos hombres que te venden cosas bonitas y cuando la han metido dejan de prometer tanto, inauguro mis anécdotas sexuales en este blog. Otro día hablaremos de las infidelidades y de esos hombres con tanta labia, por hoy, os dejo con esto.

PD: Por supuesto, me quedé a medias por culpa de aquel dichoso "tengo novia". ¿No podía haberse arrepentido antes de ponerme cachondísima o después de haber terminado? No es que no tenga compasión por su novia, que la tengo, pero tampoco es que yo tuviera la culpa, porque desconocía su existencia.

6 comentarios:

  1. Me ha gustado...a la vez que me ponía malo en la descripción de la situación...jeje
    Un Beso. Oscar

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  2. ¡siempre hacen lo mismo cariño! te calientan, te la meten, y después se arrepienten y salen pitando. ¿porqué no lo piensan antes de meterla? NO, ellos son así, tienen que dejarte echa polvo y ardiendo para ellos sentirse a salvo.

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  3. Supongo que la inesperiencia, no juzgo ninguna apcitud jamás, cada uno es el único que sabe el porqué de su vida o de como actúa.
    Me ha gustado mucho esta entrada, ademas verte activa, esa es la actitud del blogger, aunque yo ultimamente no lo haga así, jajaja, pero por problemas de salud, te lo aseguro.
    Un besazo

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  4. Una de mis normas de vida es: no hagas nada de lo que te puedas arrepentir. Nunca le he puesto los cuernos a mi pareja si me iba a arrepentir después (si no hay arrepentimiento, via libre). Me gusta mucho cómo escribes.

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  5. http://porquenohablas.activo-blog.com/Primer-blog-b1/Mi-primera-vez-parte-II-b1-p22.htm

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  6. Pero que tipo!!! espero que los testiculos le hayan dolido hasta reventar, mira que arrepentirse y sentir remordimiento en pleno dale que te pego!!!

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