miércoles, 23 de diciembre de 2009

Mirar pero no tocar.

Ir de fiesta es algo que me apasiona. A muchos les parecerá una tontería, pero a mí me encanta ir de fiesta. Lo hago varios días a la semana, y se me puede considerar una "clubber". Muchos piensan de ese concepto que es gente que se limita a drogarse en distintos clubs, pero al menos en mi caso, tengo que desmontar esa idea, pues drogarme no es algo que me caracterice. Soy una persona sociable y me gusta estar rodeada de gente, además me apasiona la música electrónica y me encanta bailar. Estos son algunos de los motivos por los que me encanta la noche... pero son sólo algunos.

A decir verdad, no soy de esas personas que salen de fiesta para acabar en la cama, pero como a la mayoría de mujeres (aunque muchas no lo reconozcan), me encanta sentirme observada por los hombres. Como ya os había comentado, tengo una importante talla de pecho natural, que cada día agradezco haber nacido con estos atributos, y además por lo visto mis movimientos al bailar son sensuales a la par que no son obscenos. Doy por hecho, por la experiencia, que esto es algo que a los hombres les apasiona, por eso cada noche que me dispongo a salir me gusta explotar al máximo mis cualidades físicas (sin resultar vulgar, es decir... sin parecer una buscona). Quizás es egocentrismo, o quizás una característica natural de las mujeres, pero me encanta estar en una discoteca bailando y notar cómo a mi alrededor los hombres se van calentando por segundos. Es contradictorio que odie a aquellos que en una discoteca, mientras tu estás tranquilamente bailando, se acercan para intentar coquetear contigo de la manera más indiscreta, pues mi intención es disfrutar de la fiesta, de la gente, de la música... y como no, de esas miradas que me acechan y me hacen sentir que tengo el "poder" sobre ellos. Que me están mirando a mí, que soy yo quien les está ocupando la noche en fijar su mirada en un mismo punto. Y sí, puede que sea simple egocentrismo, pero me encanta pensar en cuántos de ellos seguirán pensando en esa chica, que no saben quien es y quizás no vuelvan a ver, cuando lleguen a su casa con un calentón tremendo.

Y por esa razón, cuando me da por pensar en ello, como hace unos segundos, alargo mis brazos pensando en esos hombres y me masturbo. Y me imagino que, a pesar de mis contradicciones, estoy en cualquier rincón recóndito del club que sea gimiendo, mientras alguno de esos hombres me gritan obscenidades y me sujeta por los glúteos a la par que follamos mientras, por supuesto, todos nos observan. Y cuando me quiero dar cuenta, me he corrido y ha habido un gemido final, tanto en mi imaginación como en la realidad, pues tanta imaginación mezclada con mi relajante postura tumbada en la cama, mi coño mojado y mis manos, tenían que dar sus frutos.

La noche en todos sus ámbitos... ¡cuánto da de sí!

martes, 22 de diciembre de 2009

Palabrería, infidelidades y cómo interrumpir un polvo.

Hace muchísimo tiempo Julio me agregó en una red social. Vi que teníamos muchos amigos en común, así que le acepté. No era un chico guapo, y a pesar de que tenía 19 años, tenía la típica actitud de niño que no ha crecido: ya sabéis, esas personas que no pueden escribir sin emular iconos del Messenger, especialmente ese de " :$ ". A mí me ponen nerviosa esas personas, no hablo con ellos porque viendo eso ya pienso "chiquillo". Y Julio me hablaba siempre para decirme que qué guapa que era, y luego continuamente me decía "hola", aunque yo nunca le contestaba. Nunca me preocupé de saber cómo era porque no me interesaba en absoluto alguien tan infantil, de vez en cuando le hablaba si necesitaba algo de él (nunca nada importante).

Al cabo de un tiempo, yo me puse a trabajar en una discoteca en la que, casualmente, él también trabajaba. Como conocía poca gente en aquella discoteca, empecé a contestarle cuando me hablaba vía Internet, y la verdad es que aunque seguía resultándome infantil, me pareció simpático. El primer sábado que trabajé en la discoteca como imagen, cuando ya estaba agotada, me senté en la zona VIP donde él se sentó conmigo en un sofá. Que si yo le acariciaba la cabeza, que si él me acariciaba la pierna... pero nada más lejos de aquel juego de caricias. Qué sorpresa la mía cuando por la mañana, ya regresando de la discoteca, me llegó un mensaje que decía que se había quedado con ganas de besarme.

La verdad es que yo no soy una chica difícil, pero con la gente que de primeras no me resulta atractiva, pues quizás me hago un poco más la difícil. Él estaba empeñado en conquistarme, lo intentaba una y otra vez. Decía que le gustaba mi forma de ser, y me gustaba como me describía porque parecía haber visto en mí parte de cómo era realmente. Y con eso, y con algo de palabrería, una noche de viernes estaba yo en mi casa frente al ordenador sin nada que hacer. Aquel día había sido un día muy malo, muy tenso y de muchos nervios. No salí porque no tenía ganas de nada, pero entonces él me dijo que quería venir a verme. Me lo había dicho muchas otras veces y yo siempre me había negado en rotundo, pero aquel día me sorprendió al decirme que vendría andando a mi casa. Era de noche y ya no había transporte público, él vive en un pueblo a las afueras de la ciudad, a unos 10-15 minutos en coche. No podía creer que fuese a venir andando, pero para mi perplejidad ¡lo hizo!

Cuando llegó a mi casa no sabía qué ibamos a hacer, así que nos pusimos a ver "Callejeros", que era lo que echaban en ese momento por la tele. A penas hablamos, pues nada teníamos que decirnos, pero conforme me fui acomodando inconscientemente en el sofá, mi cabeza acabó apoyada en sus piernas. Unas cuantas caricias y el hecho de que el programa se hubiese terminado y la programación de los viernes noche deje bastante que desear, fueron suficiente para que, sumado a la palabrería que me había estado vendiendo, se llevara el beso que tanto decía que ansiaba. Ese y muchos más. Por estar más cómodos, me puse de rodillas con una pierna a cada lado de sus caderas mientras Julio estaba sentado en el sofá, una posición perfecta para que él empezase a masturbarme. Coloquialmente, diría que Julio es de los que las matan callando, porque con su actitud de niño y su apariencia física no excesivamente atractiva (aunque no desgraciada), me estaba poniendo muchísimo. Estaba mojadísima, pero ese día no podía mantener relaciones sexuales por la menstruación, así que en la masturbación mutua quedó todo.

Al día siguiente, que era sábado, teníamos que trabajar en la discoteca. Yo no quería que la gente hablase de más, así que me mantuve relativamente distante toda la noche. En un momento en la cabina del Dj el intentó besarme, pero me aparté. Y una vez vendida toda aquella palabrería romántica, desde ese momento nuestras conversaciones pasaron a ser puramente sexuales. Él ya no vendía parafernalia romántica, sino que me expresaba sus ganas de hacerme el amor constantemente (de forma mucho más explícita y vulgar que la que estoy usando yo ahora). Por circunstancias de la vida, no pudimos quedar durante dos meses hasta que una tarde me invitó a su casa.

Aquella tarde yo llevaba 1 mes sin mantener relaciones. La última vez que había intentado mantenerlas había sido un tanto catastrófica (esto es algo que os contaré otro día), y tenía bastantes ganas. Él me invitó a su casa sin ser explícito en lo que ibamos a hacer, pero yo obvié que iba a haber sexo, así que me depilé integramente mi zona íntima y me pusé un conjunto de lencería morado, no demasiado ostentoso pero con algunas transparencias, aunque sin duda el plato fuerte fueron mis medias negras, que acababan con un liguero de encaje cosido a estas medias. Y así llegué a su casa, con una minifalda discreta (no excesivamente corta) y una camiseta que aunque no tenía escote, dejaba bien claro que puedo presumir de una gran talla de pecho. Cuando llegué a su casa él ¡se puso en el ordenador! En pocas palabras: pasaba de mí. Yo tenía que remediarlo, así que le dije que como no me hacía caso me iba a dormir, y me tumbé en su cama, justo en frente de donde él estaba, dejando entrever como accidentalmente mi liguero. Cuando se percató de aquello se tumbó conmigo y estuvimos "peleando" irónicamente durante casi una hora tumbados en la cama. Cuando tuvo ocasión, me puso encima suyo y noté perfectamente como su pene estaba en erección. Besos, caricias... y pronto empezó de nuevo a masturbarme, igual de bien que la otra vez, aunque esta vez lo remató con sexo oral, y con esto, yo ya no cabía en mí misma de placer. No hubiese tenido problema en devolverle el favor, pero él directamente pasó a penetrarme. Estábamos disfrutándolo, ya unos cuantos minutos, cuando derrepente él paró y yo, pensanado que quizás se había cansado por estar encima, no dije nada. Estuvimos unos 5 minutos en silencio (o quizás me pareció más por la incomodidad de la situación), con su pene dentro de mí, y derrepente dijo: tengo novia. Y se apresuró a salir de mí, así como yo me apresuré más que sorprendida a vestirme. Pero la cosa no quedó ahí, luego encima se desahogó conmigo en el camino hacia mi casa... ¡como si me importara! Yo no iba a juzgarle por eso, porque no soy yo su novia ni la conozco, pero ¿era necesario que desahogase sus remordimientos por ser infiel precisamente conmigo? Yo no sabía que decirle, pero hablando y hablando , al final me preguntó ¡que si yo no me sentía culpable! Y ahora explicadme vosotros, si es que podéis, de qué tenía que sentirme culpable yo, que ni tenía novio ni sabía que él tenía novia hasta ese momento. Por supuesto, se lo dejé bien claro, aunque eso no ayudase a limpiar sus remordimientos, pero ese gracias a Dios no es mi problema, porque a una puede gustarle desmesuradamente el sexo, pueden gustarle las noches de fiesta largas y los vicios como el tabaco, morderse las uñas o dormir hasta el mediodía, pero soy una persona sincera y no estoy aquí para hacer sentir bien a aquellos que hacen las cosas mal, si bien podría dar un buen consejo para remediar los errores de vez en cuando a los amigos.
Y con esto, con una historia de infidelidades, sexo y esos típicos hombres que te venden cosas bonitas y cuando la han metido dejan de prometer tanto, inauguro mis anécdotas sexuales en este blog. Otro día hablaremos de las infidelidades y de esos hombres con tanta labia, por hoy, os dejo con esto.

PD: Por supuesto, me quedé a medias por culpa de aquel dichoso "tengo novia". ¿No podía haberse arrepentido antes de ponerme cachondísima o después de haber terminado? No es que no tenga compasión por su novia, que la tengo, pero tampoco es que yo tuviera la culpa, porque desconocía su existencia.

Aquí estoy yo.


La blogosfera está llena de gente que crea sus blogs a modo de diario. Blogs con pocos seguidores habituales, que no llaman la atención a pesar de que a veces contienen textos que son verdaderas obras de arte, pero que no tienen éxito.

Bien, yo creo que acabaré siendo uno más de esos blogs, aunque espero no llegar a abandonarlo. Mi blog va a tratar, de forma anónima, de la vida de una adolescente (mi vida), que con 18 años ha descubierto ya muchas cosas en el sexo. O quizás muy pocas. Voy a compartir cosas que seguramente muchas y muchos de vosotros habréis vivido, tanto experiencias como inseguridades. Y es posible que comparta cosas que os dejen perplejos. A mí suelen decirme que mi vida sexual es interesante, pero no sé si será porque me relaciono con gente de moralidad conservadora o realmente es interesante: eso es algo que descubriré gracias a este blog.

No todo va a ser sexo, como bien dice el título, pues otras experiencias podrán tener cabida en este blog. De momento, voy a empezar presentando a quien escribirá el resto de entradas de este blog: soy una chica de 18 años, del país de los anónimos. A menudo me han considerado rebelde. Aparentemente soy fría y a algunos incluso puedo parecerles insensible, pero creo que si la gente se molestara en conocer qué hay dentro de mí seguramente se darían cuenta de que soy mucho más reflexiva, filosófica y sensible de lo que parece. No digo que sea fría como escudo, porque mi apariencia es fría porque así es como soy con la gente, sólo digo que... hay mucho más por descubrir. Y esas cosas inconfesables son las que vosotros descubriréis de mí.